Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, el hombre que con su triunfo armado posicionó a Tucumán en un lugar central en lo estratégico y logístico para los intentos de conquistar el Alto Perú o para el posterior plan continental de José de San Martín, nació el 3 de junio de 1770 en Buenos Aires, en el seno de una familia acaudalada, lo que posibilitó que en su juventud fuera enviado a estudiar a España, donde obtuvo su título de Bachiller en Leyes.
Sus años en Europa coincidieron con el comienzo de la Revolución Francesa, cuyos principios de libertad, igualdad y fraternidad fueron como una antorcha que pretendió iluminar el mundo occidental. Principios que lo encandilaron e ilustraron.
Destacado estudiante, obtuvo el permiso papal para acceder a la lectura de libros prohibidos, aquellos que “atentaban” al orden establecido, el impuesto por las monarquías. Al volver a América, designado como miembro del consulado español en el Virreinato del Río de la Plata, ya no era el mismo.
Procuró promover la industria, introduciendo la idea de darle valor agregado a la producción en lugar de vender al exterior sólo la materia prima: “no exportemos cuero, exportemos zapatos”.
Publicó numerosas memorias, en las que plasmaba sus ideas que darían gran impulso al desarrollo productivo, económico y social. Desdeñaba la concepción monopólica de sus pares en la institución española, quienes comerciaban con la única finalidad de enriquecerse ellos mismos, sin importarles el beneficio público, al sostener: “compran por cuatro para vender por ocho”.
Propuso entregar las herramientas necesarias para dar mayor estímulo a la agricultura por sobre la ganadería, ya que eso generaría más puestos de trabajo y que, entre otros beneficios, daría la posibilidad a las mujeres de poder introducirse en el mercado laboral.
Nadie persuadió a Belgrano de dar batalla en Tucumán; siempre estuvo convencidoEstaba absolutamente convencido de que para lograr el progreso no existía otro camino que la educación, y fue por eso que llamaba a fomentar y financiar desde el Estado -y bajo su tutela- la educación no sólo de todos los niños, sino también de las niñas. Llamó a forestar las llanuras, a sabiendas de todos los beneficios que la práctica del cuidado ambiental otorgaba. Sin embargo, no lo escucharon. No quisieron escucharlo.
De ser puestas en práctica sus ideas, las riquezas y los beneficios que favorecía sólo a unos pocos se verían amenazados. Persuadido de la garantía popular que generaban la prensa y la libertad de expresión, decidió ejercer el periodismo colaborando en la creación de algunas publicaciones de la época para luego fundar una propia, el “Correo de Comercio”.
Rol protagónico
Durante los días de la Revolución de Mayo en 1810, desde la vocalía de la Primera Junta tomó un rol protagónico. No dejaría pasar la oportunidad de acabar con la autoridad de los virreinatos e impulsar la independencia por todo el continente. Quedarse en algún púlpito discutiendo si se le debía fidelidad al rey, postura que implícitamente dividía a los integrantes de la Junta, no estaba en sus planes.
El primer órgano de gobierno compuesto por criollos controlaba Buenos Aires pero no el extenso territorio que componía el ex Virreinato del Río de la Plata. A Belgrano la revolución le impuso el cargo de General del ejército. Primero en Paraguay, donde la derrota militar fue considerada como un fracaso para la causa, desdeñando los acuerdos diplomáticos conseguidos. Luego aceptó ir a proteger las orillas del río Paraná surcado por los navíos realistas, y finalmente al norte, a conducir el Ejército Auxiliar del Perú.
Recuerdos fotográficos: el ojo izquierdo de BelgranoEl “abogado devenido en General”, “cotorrita”, “bombero de la Patria”, “el monarca disfrazado de republicano”, fueron algunos de los términos con los que adjetivaron a Belgrano en vida y hasta incluso después de su muerte, la que lo encontró en la más absoluta pobreza, y no porque él así lo quiso o porque fuese una virtud para destacar, sino porque lo dejaron morir pobre. Tomó deudas a su nombre para cubrir las necesidades del ejército y las pagó con su patrimonio.
Triunfó en Tucumán y fue el responsable de detener por primera vez el avance realista sobre la revolución, sin embargo fue el “obediente” al que hubo que convencer, al que ayudaron las langostas o la protección de la Virgen, como si la misericordia cristiana fuese selectiva entre los hombres, que tuvo suerte por lo sorpresivo del ataque o las acertadas decisiones de sus oficiales. Pero no, fue Belgrano el que asumió la responsabilidad de desobedecer y resistir, aun sabiendo la enorme desventaja que tenía.
Entrevista a Felipe Pigna: Belgrano y la búsqueda de un rey borbón para el Río de la PlataFue el idealista más puro de la revolución. Cometió errores, algunos los reconoció, otro no, pero supo apartarse.
No fue un semidiós, fue un hombre simple, poseedor de una honestidad brutal, que molestó y sigue molestando. Quizás por eso, la deuda con su legado, el de la búsqueda del bien común, aunque nos lleve a la privación del bien personal, sigue impaga.